En otra situación, me hubiese lanzado de cabeza. Lo sé, me conozco. Yo era un kamikaze. Me hubiese tirado a la piscina, sin miedos ni recelos.
Pero ahora no, veo el agua y retrocedo un par de pasos. Y miro atemorizado a la sirena, esperando a que sea ella la que de el gran salto.
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