Tú no lo sabes. Es probable que nunca lo sepas; y eso es lo peor.
Pero todo lo que necesitas es quedarte en mi cama, sudorosa y despeinada, mientras el humo de mi cigarrillo dibuja círculos en el techo y tu respiración se desgarra como en una canción de Extremoduro. Con los ojos encendidos de tanto chocar con lo inesperado.
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