viernes, 27 de mayo de 2011

Cuestión de genes

(o la importancia de saberse guapo)


Camino distraída por la misma ruta de todos los días, con mi música y mis ideas yendo y viniendo de un lado a otro de la cabeza. De repente noto que algo se agita a mi alrededor. Veo acercarse a un mozo de casi dos metros acompañado por un gallinero de histéricas que asienten a cada uno de sus gestos con una risilla nerviosa.

Al cruzarnos me mira por encima de sus gafas de sol y me clava los ojos como dos colmillos. Yo, con mi gesto neutro, la sangre aglutinada como una piedra. Me mira de arriba a abajo, dos veces, y luego escupe una media sonrisa. Parece querer decirme: ni lo sueñes chica, no estás a mi altura.

Sigo adelante, con mis vaqueros viejos, mi cara de sueño, mis malos pelos, los libros que me destrozan la espalda, todo el calor de Madrid haciéndome guiñar los ojos, el tiempo acelerado de mi reloj...

Sigo adelante y sonrío. Éste aún no se ha enterado. Son precisamente las tías como yo, las que un día cualquiera les patean el corazón a tipos como él y los dejan tiritando de golpe contra la realidad.

1 comentario:

Jondalar dijo...

Apoyo la Moción.