Creo que se le llama miedo. A esta sensación, me refiero. A este vértigo. A la impotencia de ver que tu vida se va precipitando de una manera imprevista y que, aunque tu cabeza está llena de ideas, no ves con la claridad suficiente para tomar decisiones sobre ellas.
Así ha empezado mi año. Mirando al fondo del precipicio, con una cuerda atada a los talones.
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