Mi mente lleva toda la mañana tratando de concentrarse en los apuntes, mientras mi subconsciente maquina a lo Jessica Fletcher. Necesito un crimen perfecto.
Porque eso es lo que llevo escuchando toda la mañana, a pesar de poner música a más decibelios de los que puedo soportar, a pesar de los tapones, a pesar de mi claro esfuerzo por no escucharlo.
Y dejo a un lado mi glamour y mi elegancia natural, mi saber estar y mi exquisita educación y bajo a lo más profundo de las entrañas del ser humano; me arremango, golpeo la pared y grito, con toda mi ordinariez en pie de guerra. Y la respuesta es:
Así desde hace tres años. He aquí el arma del delito:
Sí, una lima. Cada uno atenta contra los demás como quiere, o en su defecto, como puede o se le ocurre. La lima ha sido, es y será un elemento de tortura vecinal que adquiere una sofisticación inalcanzable en manos del cabroncete adecuado. Es como el escalpelo de los verdugos de barrio.
Y es que yo no solo tengo que soportar los ritmos catatónicos de mi gaitero e idolatrar las tendencias de mi querida Lolita. No. También tengo vecinos más tradicionales. Los hijoputas corrientes de toda la vida. Esos que en la cartilla del paro escriben:
PROFESIÓN: Vecino cabrón altamente cualificado. Años de experiencia demostrada.
Y "er lijitas" en esto se lleva la palma.
Lija a intervalos de 20 minutos a jornada completa. Es muy productivo (el maldito, qué ruin). Así que ahí está. A las 7'45 de la mañana:
Y a las 8'30:
Y a las 10:
Y a las 11'40:
Veinte minutos de raca, raca sin parar. Descanso. Veinte minutos de raca, raca. Y así hasta el final de los tiempos, o en su defecto hasta que yo atente contra su vida:
Pero lo peor, es que mientras el ruidito se expande por mi dulce hogar y se me mete en la cabeza y el tic del ojo se pone a mil por hora, no puedo parar de preguntarme: ¿¿¿Qué demonios lija???
Raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca...
Porque eso es lo que llevo escuchando toda la mañana, a pesar de poner música a más decibelios de los que puedo soportar, a pesar de los tapones, a pesar de mi claro esfuerzo por no escucharlo.
Raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca...
Y dejo a un lado mi glamour y mi elegancia natural, mi saber estar y mi exquisita educación y bajo a lo más profundo de las entrañas del ser humano; me arremango, golpeo la pared y grito, con toda mi ordinariez en pie de guerra. Y la respuesta es:
Raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca...
Así desde hace tres años. He aquí el arma del delito:
Sí, una lima. Cada uno atenta contra los demás como quiere, o en su defecto, como puede o se le ocurre. La lima ha sido, es y será un elemento de tortura vecinal que adquiere una sofisticación inalcanzable en manos del cabroncete adecuado. Es como el escalpelo de los verdugos de barrio.
Y es que yo no solo tengo que soportar los ritmos catatónicos de mi gaitero e idolatrar las tendencias de mi querida Lolita. No. También tengo vecinos más tradicionales. Los hijoputas corrientes de toda la vida. Esos que en la cartilla del paro escriben:
PROFESIÓN: Vecino cabrón altamente cualificado. Años de experiencia demostrada.
Y "er lijitas" en esto se lleva la palma.
Lija a intervalos de 20 minutos a jornada completa. Es muy productivo (el maldito, qué ruin). Así que ahí está. A las 7'45 de la mañana:
Raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca...
Y a las 8'30:
Raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca...
Y a las 10:
Raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca...
Y a las 11'40:
Raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca...
Veinte minutos de raca, raca sin parar. Descanso. Veinte minutos de raca, raca. Y así hasta el final de los tiempos, o en su defecto hasta que yo atente contra su vida:
Raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca, raca... y toma raca, mamón despreciable!!!
Pero lo peor, es que mientras el ruidito se expande por mi dulce hogar y se me mete en la cabeza y el tic del ojo se pone a mil por hora, no puedo parar de preguntarme: ¿¿¿Qué demonios lija???
4 comentarios:
Jajajajajaja.... ay.. perdón por reírme... yo llevo toda la mañana soportando al desbrozador que desbroza sin parar, raaaas, raaaas, raaaaaas, raaaaaaaaaas....
Mi solidaridad y comprensión, Bicho.
Jajajaja, la fauna de tu bloque me encanta. Eso sí, que no te desesperen demasiado. ;)
Un besito.
Dios Bel, parece el título de una zarzuela: "El Rey que rabió", "El desbrozador que desbroza", me encanta, jejeje! Ánimos para ti también, o en su defecto globos de agua para el desbrozador... ¬¬
Hago lo posible por sobrevivir a la fauna del barrio Lyra... pero la verdad es que hay días que se levantan inspirados y no veas la que dan entre unos y otros. Pero en fin, todos tienen su parte cómica, la verdad.
Besazos a las dos!
Vaya panda de vecinos que te han tocao... Tendrás que pensar en mudarte para el próximo curso. O, mejor, en asesinarlos. Con un buen móvil perfectamente justificado no te cae más de un año y no entras al trullo.
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