miércoles, 24 de junio de 2009

La hoguera


Se acercó lentamente, observando la agitación salvaje del fuego. El juego de luces y sombras; el parpadeo de formas candentes.

Miró a su alrededor, recordando viejas hogueras. La extinción de otros incendios.

Sonrió al vacío, a lo desconocido. A los recuerdos.

Removió su bolsillo sin apartar la vista del fuego. Sacó un papel pequeño, perfectamente doblado y lo lanzó a las llamas. Fue un movimiento preciso y energico, como el de un niño golpeando una canica.

Así vio consumirse su breve lista de pecados. La enumeración de sus noches más turbias.

Y se sintió ligera, aliviada. Porque aún hay cosas en la vida que pueden borrarse de un soplido; que nos abandonan tan pronto como abrimos las manos. Personas que se marchan dejando sólo un rastro de cenizas.

Por una vez, deseó permancer allí, cometiendo errores cuyo arrepentimiento tiene el tamaño exacto de un post-it. Cruzando los dedos para que los malos tiempos tuvieran la fugacidad de la hoguera; para que nadie volviera a empujar su puñado de expectativas al borde del abismo.



®bicho

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