miércoles, 12 de noviembre de 2008

Tah jartaaaoo!!!

        
Si le veis: huid!!!!



De entre todos los vecindarios extraños del mundo, el mío se lleva la palma. De lejos.

Dejando a un lado mi concurrida fauna vecinal y sus truculentas batallas psicológicas, hay un espécimen que merece una mención aparte: el gaitero (alias "el desafinado").

El gaitero es uno de esas pobres almas cándidas que no es aceptada ni en el seno de su propia comunidad. Es esa inocente criatura que no superó con éxito la adolescencia, marginado por sus compañeros, por preferir la gaita (tan elegante) al fútbol. Es ese mentecato, que en lugar de tocar los... "la gaita", en su casita, lo hace en el patio del bloque. El gaitero es mi peor enemigo.

Además existe una correlación irrefutable en este fenómeno: si yo me siento a estudiar, el gaitero se pone a ensayar.
Lo único que aún no comprendo es cómo practicando dos horas sin parar (mientras yo aderezo su interpretación con algunos gritos desesperados desde mi ventana) puede tocar taaaaan condenadamente mal!!!

He sobrevivido a tres años de absurda convivencia en la capital. Pero con esto no puedo: el gaitero despierta mis instintos asesinos.
Así son las cosas.

Si este mundo fuera justo, alguien le habría hecho tragar ya la maldita gaita.

Aquí tenéis una muestra de la tortura auditiva a la que nos somete. Si sois capaces de aguantar hasta el final, entenderéis el porqué del título de esta entrada.

Solemnemente insufrible. Desafinación sin límites. ¡Qué nivel de desamparo artístico! Felices aquellos que no tienen un gaitero en su vida.

Disfrutad del apoteosis final interpretativo en todos sus matices (si podéis).


2 comentarios:

Guarismo dijo...

Entiendo que no puedas estudiar... ¡ni vivir! ¿Has intentado que se trague la gaita?

Sr. Calamar dijo...

Con ese ley/decreto para la convivencia, voy a tener el teléfono a mano por si vuelve al ataque! xD

Besos!