sábado, 14 de noviembre de 2009

De Gala


Di que sí, Asun, preciosa: vomita todo el rencor que tienes dentro. Así te quedarás tranquila de una vez. Ojalá.
Quizás antes, mucho antes de ahora, la cosa de escribir tuvo cierto halo. No lo digo por los clásicos, que sólo lo hicieron para criticar desde la barrera, detrás del burladero. O para comer, sobre todo los españoles, que le bailaban el agua a cualquier poderoso. Pero ahora el más idiota, de cualquier sexo y profesión, con una vida cargada de aburrimiento y de jubilaciones, de avaricia o de escándalos, aunque no sean muy grandes, quiere contarnos algo. Quiere escarmentarnos o iluminarnos: jodernos, en una palabra. Y la literatura que inventa, o que manda inventar a un negro, es aún peor que su experiencia, más ramplona y con más errores... ¿Y a esa mierda la transformaron unos cuantos en sustituto de la vida? Qué desencanto si es que algún día estuve realmente de veras encantada. Qué mal trueque. Aunque ningún escritor, quizá por eso, desea vivir peligrosamente al borde del abismo. Todo mentira. Hemingway y su pandilla americana, qué bluf. Bastante peligro es ya escribir. Yo caí en él. De él vengo. No voy a repetir esa corrida... Ni aunque me echara su capotillo San Fermín. Sólo la buena poesía -pero ¿cuál es la buena?- puede liberarse de la condena universal.

(Los papeles del agua, Antonio Gala)



Me sigue costando pillarle el ritmo a Antonio Gala... Es fabuloso en las entrevistas, pero qué denso cuando escribe, dios!

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