Uno espera que su jardín florezca. Prepara la tierra, compra unas buenas semillas, planta sus flores con mimo y las cuida, día a día, semana tras semana...
Lo lógico es confiar en que lo has hecho todo bien y que las semillas pronto se tornarán en raíces sólidas. Has puesto todo tu esfuerzo y las flores deberían empezar a brotar rápidamente.
Quizás no tan rápidamente.
Pero insistes. Tienen que crecer; alguna debe germinar.
Y el tiempo va pasando... y el jardín sigue desierto.
Entonces, ¿en qué momento es humano rendirse y asumir que todos tus esfuerzos no se verán recompensado por ricos frutos?
Lo lógico es confiar en que lo has hecho todo bien y que las semillas pronto se tornarán en raíces sólidas. Has puesto todo tu esfuerzo y las flores deberían empezar a brotar rápidamente.
Quizás no tan rápidamente.
Pero insistes. Tienen que crecer; alguna debe germinar.
Y el tiempo va pasando... y el jardín sigue desierto.
Entonces, ¿en qué momento es humano rendirse y asumir que todos tus esfuerzos no se verán recompensado por ricos frutos?
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