martes, 11 de agosto de 2009

Ese día

Sin saber muy bien porqué, a veces, vamos perdiendo amigos en el camino. Nos queda la indiferencia o, en ocasiones (éstas son las peores), la incertidumbre de cómo o cuándo fueron apartándose de nuestra vida. Y no hay ninguna razón de peso. Ninguna explicación. Simplemente se fueron diluyendo en el tiempo o la distancia.

Sin embargo, para ti, para tu caso, existe un momento exacto; un segundo preciso, en el que todo se evaporó. La lástima, es que hasta ahora, hasta hoy mismo, no he sido capaz de comprenderlo. Ahora que ya me has hecho más daño del que era necesario.

Y puedo verte con claridad, alejándote de mi, de lo nuestro, colgada del brazo de tu nuevo amor, mientras el viento borraba tus huellas de la arena y el calor sofocante difuminaba tu cintura. Te veo alejarte, mirándome de reojo, para asegurarte de que el golpe ha surtido el efecto esperado. Media sonrisa y movimiento de caderas. Y fue aquella tarde, claro, mientras te pavoneabas abrazada a un tío al que apenas conocías. Ese tío, al que un día, culparías de tus fracasos y errores, como ya habías hecho conmigo. Siempre cobarde, refugiándote en el costado de otro.

Y aún te veo perderte en el horizonte de arena; y por fin entiendo, que para ti, ese día, ya había acabado todo. Y yo no existía.

No hay comentarios: