En mis cruzadas con Tito Guguel ® siempre me encuentro con cosas curiosas. Pero lo de hoy no tiene precio. Ha sido como una revelación:
No tienen desperdicio. Me voy leyendo las historias del santoral, como el que se lee una novela por capítulos. Qué gracejo natural tienen estos cristianos, qué capacidad narrativa, qué fantasía! ¡Arriba Dios, abajo el trabajo! Dejad que los ácratas se acerquen a mi, porque de ellos es el reino de los pasotas... (Uy, no, así no era...)
Por favor, tengo las lagrimillas saltadas y todo. Si hasta me han entrado ganas de rezar. Qué pasión, qué caridad, qué tolerancia... ¡Todo es basura comparado con Jesucristo! ¡Puag, puag, yo os maldigo pecadores, ateillos de mierda!
¡Ay, qué trama, qué argumento! Donde se pongan las telenovelas católicasapostólicasromanas, que se quiten las demás ¿¡Quién se acuerda ya de Cristal o de Topacio!?
Me encanta. El merchandising de la iglesia es brutal... No sé como las madres del mundo les permiten a sus hijos coleccionar pamplinas de la Hanna Montuna, cuando existen estas estampitas.
Ainssss. Podéis leeros el santoral de cabo a rabo (uy, no sé si el término rabo está aceptado por las diócesis/obispdos/loquesea, por dios, por dios) en el siguiente enlace. De verdad, no tienen desperdicio.
Alejo, mendigo (s. V)
Bella y larga es la historia de este hombre de Dios que, desde la Edad Media, alimenta la fantasía, piedad, sentimientos religiosos y deseos de entrega a Dios por parte de los cristianos. Su figura, que debió ser formidablemente llamativa y ejemplar, viene narrada en el género novelesco, llena de encanto, pródiga en situaciones que mantienen el suspense, con abundancia de escenas que alucinan y toda ella plena de actitud ejemplarizante y moralizadora. En fin, la historia de san Alejo es tan pletórica de imaginación, viveza y adornos que su autor suscita la envidia de los que escriben.
En este estupendo relato, Alejo viene descrito como el hijo único del importante, opulento y caritativo senador de Roma llamado Eufemiano. Huyó de su casa el mismo día de su boda -como otro Abrahán, solitario y eremita - llamado súbitamente a realizar la más alta de las aspiraciones y la renuncia más excelsa por el amor al Reino de Dios. Presentado Alejo por el autor de su biografía novelada como un joven que es el compendio de todas las virtudes y gracias que puede tener un ser humano, deja inconcebiblemente la casa paterna y a su dulce esposa. Quizá sucediera que recordó la exigencia evangélica de posponer todo al Reino de los Cielos y se dispuso a ponerla por obra...
No tienen desperdicio. Me voy leyendo las historias del santoral, como el que se lee una novela por capítulos. Qué gracejo natural tienen estos cristianos, qué capacidad narrativa, qué fantasía! ¡Arriba Dios, abajo el trabajo! Dejad que los ácratas se acerquen a mi, porque de ellos es el reino de los pasotas... (Uy, no, así no era...)
Aurelio, Natalia (Sabigoto), Félix, Liliosa y Jorge, mártires († 852)
Ahora los cuatro están dispuestos a buscar la solución definitiva pasando por el martirio; pero deben prepararse bien al momento decisivo. Primero, Aurelio y Sabigoto deben llevar a sus hijas al monasterio que fundaron Jeremías e Isabel; ahora es Isabel la abadesa de Tábanos y ella se encargará de cuidarlas con la dote que pondrán a su disposición; luego, sí, deben mejorar su oración, sus sacrificios, su amor a Dios. Y así comienza una nueva dimensión en sus vidas. Los cuatro están a partir un piñón cuando dan abundantes limosnas con sus bienes, comienzan a dormir en el suelo, practican el ayuno, visitan a los enfermos y hasta deciden ir -con influencias- a la prisión para dar algo de consuelo.
Fue allí donde encontraron a Flora, la virgen que es hija de mahometano y cristiana y a María, monja de Cuteclara y hermana del diácono Wilabonso, decapitado el siete de junio del año pasado. Ellas están condenadas a muerte por sacrílegas y parece que lo que esperan es un premio por su alegría y decisión. Las dos parejas fueron a consolarlas y salieron de la cárcel con fuego en sus corazones.
Conocieron en el monasterio tabanense a Jorge, un monje oriental, concretamente de Siria, que pasó veintiséis años en San Sabas, cerca de Jerusalén, enviado a África para recoger limosnas para mantener a los monjes que habían quedado allí. Es diácono, amigo de Eulogio, sencillo y servidor de todos; habla griego, árabe y latín. Se les unió desde entonces, pensando en el martirio, y ya no se les despega ni de día ni de noche.
Los cinco se han presentado ante el juez; le ponen al corriente de su fe cristiana al tiempo que afirman la falsedad de la religión que profesan todos los seguidores de Mahoma. El juez se esfuerza en hacerles recapacitar sobre su locura; les está haciendo ver la vida que tienen por delante con promesas de bienes, comodidades y honra. Todo es basura comparado con Jesucristo a quien desean servir por encima de todo. Les da cinco días de cárcel para pensar y poder reunir al Consejo porque son personas importantes por su parentela y él no quiere decidir su suerte. Ante los nuevos jueces, pareció que tenían ellos más ganas de ser condenados que los jueces en condenarles. Terminaron degollados, aplicando la ley, por maldecir al Profeta y declarar abyecta su religión.
Por favor, tengo las lagrimillas saltadas y todo. Si hasta me han entrado ganas de rezar. Qué pasión, qué caridad, qué tolerancia... ¡Todo es basura comparado con Jesucristo! ¡Puag, puag, yo os maldigo pecadores, ateillos de mierda!
¡Ay, qué trama, qué argumento! Donde se pongan las telenovelas católicasapostólicasromanas, que se quiten las demás ¿¡Quién se acuerda ya de Cristal o de Topacio!?
Me encanta. El merchandising de la iglesia es brutal... No sé como las madres del mundo les permiten a sus hijos coleccionar pamplinas de la Hanna Montuna, cuando existen estas estampitas.
Ainssss. Podéis leeros el santoral de cabo a rabo (uy, no sé si el término rabo está aceptado por las diócesis/obispdos/loquesea, por dios, por dios) en el siguiente enlace. De verdad, no tienen desperdicio.
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