lunes, 1 de agosto de 2011

Como los pelícanos


El pelícano es el único animal que traga agua salada y en su garganta la convierte en agua dulce para su consumo.

Así, exactamente igual, yo me quedo con los malos ratos anudados en la garganta. Las palabras feas, el silencio, los olvidos. Esos gestos que el mundo tiene cuando confía en que mi corazón es sólo una piedra. Los sostengo, los mastico. Me mantengo con el cuello hinchado y erguido y arrullo la rabia con el pico bien cerradito.

Me callo. Me callo. Me callo. Con la tristeza dando saltos en mi garganta. Y a los peces no les importa, ni a las rocas, ni al cormorán. Ellos no tienen que proteger sus palabras; ellos no tienen la voz blindada.

Me callo y dejo que pase el tiempo. Dejo que el agua salada que me reaviva las heridas se convierta en un sorbo apto para el consumo, un alimento para mi torpe supervivencia.

Me voy tragando todos los miedos, todo el orgullo.

Me callo; y ellos no entienden el esfuerzo que supone medir la vida a palmos de silencio. Me callo, como los pelícanos, pero no siempre funciona.

2 comentarios:

Jondalar dijo...

A veces hay un lago de agua dulce cercano al inmenso mar.
A veces.

Bicho dijo...

A veces es un consuelo.

A veces. ;)