Madrid, 24 de Marzo de 2009
Sale del mercado con un par de bolsas en la mano. Avanza lentamente, insegura, dejando caer su peso en el bastón. La prolongación de sus pasos. Su mirada se esconde, da saltos de un lugar a otro, buscando alguna señal perdida.
Él se acerca despacio, sonriendo; con el peso de la eternidad prendido del jersey. Su paso tranquilo, sereno. Él, amante, compañero. Cincuenta años no es nada, apenas una vida juntos. Mira sus ojos, vidriosos, teñidos de olvido. Le da una tregua a la nostalgia y se agarra el corazón y la esperanza. Susurra un guapa, como un arrullo de cuna. Y se sabe certero, exacto; porque ella es la única belleza que conoció en la vida. Le aparta el pelo de la cara con la delicadeza de un novato. Con ternura toma las bolsas de su mano y le ofrece su brazo, el primer árbol en el que encontró cobijo; los vestigios de un templo de otra época.
Se alejan calle abajo, con su andar pesado, una cadencia que no entiende de tiempos ni espacios, que ignora los entresijos de la prisa y el pecado.
Los veo marcharse contra el sol, contra la ciudad y sus designios. Convencidos de que ya no existe un amor como el suyo; abrazados en el límite del mundo. Seguros de que la vida nunca les llevó ventaja.
® Bicho
4 comentarios:
Bonito, sensible... anhelo, cuando cumpla muchos más entas, llegar así...my más o menos sano, sin dar el follón. Si no, mejor no llegar...
¡Qué bien lo describes, Bicho!
Un abrazo,
Miguel
¡Qué bonito Bicho! Me encanta el texto. Escalofríos y tó man dao.
Besos!
Gracias Miguel. Yo también espero llegar así y estoy de acuerdo en que si no, es mejor no llegar.
Eres un exageraooo Calamar, pero te quiero igual!
Besotes!
fue como leer en un espejo lo que se me cruza cuando me detengo a mirar estas parejas... mucho mejor dicho claro...hermosa descripción.
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