Cuando anoche regresé a casa, había una sorpresa esperándome sin motivo.
Tenemos nuestras propias tradiciones, que no entienden de calendarios en rojo, ni días oficiales. Una tarde cualquiera y yo rompo a llorar como una tonta. Soy simple y he dejado de ambicionar grandes cosas en la vida. A veces no me creo las locuras que haces. No espero tanto de las sorpresas, no espero tanto, en general del resto del mundo. Me bastan los detalles, las pequeñas anécdotas que son sólo nuestras. Insisto. No necesito todo esto y lo sabes. Tú también insistes.
Siguiendo tu costumbre de bautizar todo lo que lleva botones, he buscado el nombre más apropiado:
Jano
Tenemos nuestras propias tradiciones, que no entienden de calendarios en rojo, ni días oficiales. Una tarde cualquiera y yo rompo a llorar como una tonta. Soy simple y he dejado de ambicionar grandes cosas en la vida. A veces no me creo las locuras que haces. No espero tanto de las sorpresas, no espero tanto, en general del resto del mundo. Me bastan los detalles, las pequeñas anécdotas que son sólo nuestras. Insisto. No necesito todo esto y lo sabes. Tú también insistes.
Siguiendo tu costumbre de bautizar todo lo que lleva botones, he buscado el nombre más apropiado:
Jano
Jano era el dios de las puertas, los comienzos y los finales. Su representación habitual es bifronte, esto es, con las dos caras mirando en sentidos opuestos. Es el dios de los cambios y las transiciones, de los momentos en los que se traspasa el umbral que separa el pasado y el futuro. Su protección, por tanto, se extiende hacia aquellos que desean variar el orden de las cosas. Se le honraba cada vez que se iniciaba un proyecto nuevo, nacía un bebé o se contraía matrimonio.
2 comentarios:
Cuando son sin motivo, son mucho mejores ;)
Vaya, bonito post. Aunque quizá no tanto como la sorpresa que lo provoca, ¿no? Si te tratan así, será porque te lo mereces...
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