De entre todos los posibles remedios contra un maldito lunes, tenías que ser precisamente tú (con tu sonrisa de portada de revista) quien apareciera a media tarde ante mi puerta. Demostrando una vez más que, cuando lo crees imposible, las cosas aún pueden empeorar.
(Y así fue como le prendí fuego a la mecha que hará saltar por los aires mi estúpida semana).
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