viernes, 2 de julio de 2010

El listillo

(o Cómo reconocer a quien merece ser repudiado.)

El listillo es un personaje detestable. Estoy convencida de que todos hemos tropezado con un fantasma de este calibre al menos una vez en la vida y ha sido difícil controlar nuestro irrefrenable impulso de estrangularlo.

Al listillo se le ve venir. Posee una serie de rasgos únicos e intransferibles, inherentes a su personaje que le permite ser reconocido en cualquier ámbito. Por ejemplo, le podemos reconocer por su afán de sentarse siempre en primera fila y por su continua diarrea verbal.

El listillo suele ser puntual, más que puntual, suele ser fatigosamente anticipado. Él es el primero en llegar a cualquier compromiso. En mi caso, mi listillo, está esperando en la puerta del aula un rato antes de que llegue el portero.

Si por fatales designios ajenos a su minuciosa programación, el listillo llega tarde a una clase, irrumpe en ella de manera demencial, armando tanto alboroto como un delfín robando en una pescadería. En cualquier caso, el listillo consigue su lugar en la primera fila, aunque para ello tenga que interrumpir la conferencia y forzar a treinta personas a levantarse.

El listillo tiene al menos dos certezas axiomáticas en la vida:
1) Él siempre es más inteligente que los demás; y por tanto los demás somos imbéciles de remate.

2) Si él no tiene la razón, es porque todo el mundo se equivoca.
Por ello, el listillo cree tener potestad para, por lo bajini, pasarse el día "corrigiendo"a los ponentes; a veces (pocas) acertadamente, otras veces (la mayoría) como un ignorante obseso.

El listillo SIEMPRE tiene un broche final, una puntualización de última hora, un gran comentario para verter sobre nuestras cabezas. Es el típico fatiga que, cuando llega la ronda de preguntas, levanta el brazo ansioso e insistentemente y cuando (irremediablemente) le conceden la palabra, es incapaz de contenerse y lanza sus preguntas/comentarios en ráfagas de tres. El alma cándida, que en un ciclo de conferencias prolonga el agónico final treinta y cinco minutos más de lo previsto.

El listillo es ese imbécil especializado en amargar la vida a personas normales y corrientes como yo. El listillo es ese cretino, que un día volverá a casa sin dientes; porque su suprema inteligencia no fue capaz de pronosticar que mi furia asesina (y la de muchos otros) era directamente proporcional a su pesadez.

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