Adoro los finales tristes. Supongo que porque se aproximan más a la realidad, pero la cuestión es esa; me encantan los finales tristes. Cuanto más sufren los protagonistas, cuantos más muertos hay o más gente se queda compuesta/o y sin novio/a o hundida en la más absoluta de las miserias, más feliz salgo yo del cine. Satisfecha diría. Qué cojones, disfruto a muerte con el sufrimiento ajeno (siempre que sea cinematográfico, claro).
Durante este periodo de convalecencia, que para mi es una tortura absoluta (que un médico me mande reposo, pastillas, reposo, pastillas, reposo y así hasta el final de mis días, es más de lo que mis nervios de bicho inquieto pueden soportar), no puedo hacer otra cosa más que cebarme, leer y ver la tele, todo aderezado con calambres espasmódicos y fiebre, que es lo que pega cuando estamos a 35ºC a la sombra (24 horas al día). El caso es que ante mi nueva situación superparasitariasufroymeaburroquetemueres, me trago todos los bodrios que pillo. Esta tarde, mientras me atiborraba de magdalenas rellenas de metamizol (o acompañadas de metamizol, ya no lo distingo), vi por accidente el final Liberad a Willy (y esto es verídico, jamás en mi vida he tenido intención de tragarme tal pestiñazo no apto para diabéticos).
Pues ahí estaba yo, con mis magdalenas, mi dolor de cuello, el aturdimiento consecuente... y esa puta orca que no logra salir de la bahía!!! La secuencia final se resume así: Niño que llora. Pescador malote con redes super resistentes con trenzado especial anti ballenato XXL. Jefe apache o sioux rezando en yo no sé que lengua ancestral. Niño que sigue llorando. Familia de niño repipi que también llora. Ballenato toca contra red. Niño que llora. Ballenato en un alarde supremo de inteligencia se deriva hacia el rompeolas. Niño que llora y corre. Niño que grita: ¡vamos Willy, salta, confío en ti, bla bla, bla! Ballenato (orca, cachalote o lo que puñetas sea el robot que hace de Willy) que salta por encima del rompeolas, en un salto limpio, espectacular. Sólo le faltó rematarlo con un doble tirabuzón o un mortal picado atrás (si este término no existe deberían inventarlo ya, porque el mortal picado atrás debe ser la releche de bonito).
I-N-C-R-E-I-B-L-E
¡Cuánta angustia por dios! ¡¡¡Porqué nadie me explicó que los finales felices podían ser tan tristes!!! Venga ya, ¿no esperaba todo el mundo que lavaran a Willy con agua caliente y se encogiera y viviera feliz por siempre en la bañerita del niñito de las mechas, con su patito de goma y su pompero de Fairy? Es que, puestos a ser empalagosos, hay que hacerlo a lo grande. Yo no estoy hecha para estas tragedias. Me retiro, a partir de ahora sólo veré películas de sangre. Ale, me voy, que echan Kill Bill (por trigésimo sexta vez)
Durante este periodo de convalecencia, que para mi es una tortura absoluta (que un médico me mande reposo, pastillas, reposo, pastillas, reposo y así hasta el final de mis días, es más de lo que mis nervios de bicho inquieto pueden soportar), no puedo hacer otra cosa más que cebarme, leer y ver la tele, todo aderezado con calambres espasmódicos y fiebre, que es lo que pega cuando estamos a 35ºC a la sombra (24 horas al día). El caso es que ante mi nueva situación superparasitariasufroymeaburroquetemueres, me trago todos los bodrios que pillo. Esta tarde, mientras me atiborraba de magdalenas rellenas de metamizol (o acompañadas de metamizol, ya no lo distingo), vi por accidente el final Liberad a Willy (y esto es verídico, jamás en mi vida he tenido intención de tragarme tal pestiñazo no apto para diabéticos).
Pues ahí estaba yo, con mis magdalenas, mi dolor de cuello, el aturdimiento consecuente... y esa puta orca que no logra salir de la bahía!!! La secuencia final se resume así: Niño que llora. Pescador malote con redes super resistentes con trenzado especial anti ballenato XXL. Jefe apache o sioux rezando en yo no sé que lengua ancestral. Niño que sigue llorando. Familia de niño repipi que también llora. Ballenato toca contra red. Niño que llora. Ballenato en un alarde supremo de inteligencia se deriva hacia el rompeolas. Niño que llora y corre. Niño que grita: ¡vamos Willy, salta, confío en ti, bla bla, bla! Ballenato (orca, cachalote o lo que puñetas sea el robot que hace de Willy) que salta por encima del rompeolas, en un salto limpio, espectacular. Sólo le faltó rematarlo con un doble tirabuzón o un mortal picado atrás (si este término no existe deberían inventarlo ya, porque el mortal picado atrás debe ser la releche de bonito).
I-N-C-R-E-I-B-L-E
¡Cuánta angustia por dios! ¡¡¡Porqué nadie me explicó que los finales felices podían ser tan tristes!!! Venga ya, ¿no esperaba todo el mundo que lavaran a Willy con agua caliente y se encogiera y viviera feliz por siempre en la bañerita del niñito de las mechas, con su patito de goma y su pompero de Fairy? Es que, puestos a ser empalagosos, hay que hacerlo a lo grande. Yo no estoy hecha para estas tragedias. Me retiro, a partir de ahora sólo veré películas de sangre. Ale, me voy, que echan Kill Bill (por trigésimo sexta vez)
1 comentario:
Desde luego, Kill Bill no es para nada comparable a Willy... excepto en los mortales y las piruetas xD
¿Has pensado en dedicarte a la crítica de cine? Eres como el Evaristo Me-jo-de del celuloide! Besos...
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