viernes, 25 de julio de 2008

Nunca me abandones


"Mi nombre es Kathy H. Tengo treinta y un años, y llevo más de once siendo cuidadora. Suena a mucho tiempo, lo sé, pero lo cierto es que quieren que siga otros ocho meses, hasta finales de año. Esto hará un total de casi doce años exactos. Ahora sé que el hecho de haber sido cuidadora durante tanto tiempo no significa necesariamente que piensen que soy inmejorable en mi trabajo. Hay cuidadores realmente magníficos a quienes se les ha dicho que lo dejen después de apenas dos o tres años. Y puedo mencionar al menos a uno que siguió con esta ocupación catorce años pese a ser un absoluto incompetente. Así que no trato de alardear de nada. Pero sé sin ningún género de dudas que están contentos con mi trabajo,y, en general, también yo lo estoy. Mis donantes siempre han tendido a portarse mucho mejor de lo que yo esperaba. Sus tiempos de recuperación han sido impresionantes, y a casi ninguno de ellos se le ha clasificado de "agitado", ni siquiera antes de la cuarta donación..."

(Nunca me abandones, Kazuo Ishiguro)



Esto es sólo el comienzo de uno de los libros que más conmoción me han causado en los últimos años (sí, conmoción, yo me vivo los libros, no me los leo). Me lo recomendaron hace un par de años, pero no he podido pillarlo hasta este verano, en el que mis millones de horas de convalecencia, sólo me han permitido leer y ver televisión basura. No es que sea una entendida en lo que a literatura se refiere, pero al menos he disfrutado mi tiempo libre con páginas de alguien más que Lucía Etxebarría y otros cuatro o cinco Premios Planetas mal entregados (mi teoría sobre la "corrupción" de los premios literarios es mundialmente conocida, pero otro día, me encargaré de explicarla aquí); y creo que Nunca me abandones, merecería estar entre esas absurdas listas que se hacen sobre "los 1001 libros que debes leer en tu vida".

Desde el comienzo de la novela, una sombra oscura y melancólica planea entre las palabras, de una manera tan sútil, que uno se niega a creer la realidad tan dura a la que se aproxima. Es como un continuo presagio; como la frágil intuición, de que hay algo escondido, sórdido y sombrío, más allá de lo que te están contando.

Muy recomendable.



P.D.- Ya sé que cuando me las doy de listilla soy insoportable, pero no os preocupéis, me ocurre sólo un par de veces al año.


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