- Quiero saber cosas sobre ti -le dije a Shimamoto-. Quiero saberlo todo. Cómo has vivido hasta ahora. Dónde está tu casa, qué haces. Si estás casada o no. Quiero conocer todos los detalles. No puedo soportar que me ocultes nada.
- Mañana -respondió-. Mañana te lo contaré todo. Hasta mañana no me preguntes nada. Déjalo por hoy. Si te lo contara ahora, ya no podrías volver atrás.
- En cualquier caso, no puedo volver atrás, Shimamoto. Y, además, puede que mañana no llegue nunca. Y si mañana no llega, yo no sabré lo que guardas en tu pecho.
- Ojalá no llegue nunca mañana. Si no llegara, tú jamas sabrías nada.
Iba a decir algo , pero me lo impidió con un beso.
- ¡Ojalá el águila calva se comiera el día de mañana!-dijo Shimamoto-. Porque sería el águila calva la que se lo comería, ¿no es verdad?
- Cierto. El águila calva come arte, pero también come mañanas.
- ¿Y el buitre?¿Qué comía el buitre?
- Cadáveres de gente anónima -dije-. Es muy distinto al águila calva.
- Entonces, el águila calva come arte y mañanas.
- Sí.
- Una combinación maravillosa.
(Haruki Murakami, Al sur de la frontera, al oeste del Sol)
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