martes, 8 de marzo de 2011

R-E-S-P-E-T-O

Creo que todo esto hubiera pasado desapercibido para mi si no fuera porque soy humana y de vez en cuando necesito desconectar. Y torpemente he encendido la tele...

Hace unos días desapareció un estudiante americano en Madrid. No me enteré de la historia hasta que el domingo, en el Rastro, vi los carteles pegados en todas y cada una de las farolas de la zona.

Qué putada, pensé, esto va a acabar mal.

Así que esta mañana, con mi café en la mano, he visto a un tipo (un mal tipo, sin duda) que advertía sobre unas imágenes que iban a ser emitidas y que podían herir la sensibilidad de los espectadores. Y sin inmutarse han retransmitido en directo cómo sacaban el cadáver del río Manzanares. Y han repetido las imágenes en bucle, una tras otra. La policía fondeando el río, sacando el cuerpo, palpándolo, tapándolo con mantas... Estoy convencida de que si hubieran podido se habrían pegado con su puta alcachofa a los pies del difunto.

Y si no lo digo, reviento: sois escoria, basurita de la peor.

Hemos entrado en un ciclo decadente, morboso, grotesco. Queremos sangre, dolor, confesiones en directo... Y es que nos pirra el dolor ajeno, nos sentimos menos hundidos en nuestra propia mierda cuando hay otro en la tele bien jodido. Sufriendo de lo lindo, con sus nombres y apellidos.

Y a mi me da asco.

Pienso en la familia de este pobre muchacho, con su incertidumbre y su angustia al otro lado del charco. La tragedia de señalar un cuerpo amoratado y decir: "sí, éste es... mi hijo, mi hermano, mi nieto..." Y entrar en cualquier cafetería para tomar algo con lo que tragarse los nervios de una jornada dura, como ninguna otra en sus vidas y encontrarse las putas imágenes. Esas putas imágenes que a los señores de la tele, cuya sensibilidad sólo se trastorna al mirar las cifras del share, les han parecido adecuadas emitir. Esas putas imágenes, que violan el legítimo derecho de velar a nuestros muertos en paz, en un acto íntimo y privado en el que expresar la rabia o el dolor.


*/ Así que apago la tele sintiéndome enormemente afligida e irritada, con esa sensación que me revuelve el estómago a veces cuando pienso en este puto país de analfabetos emocionales.

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