- ¡O me das mi Cocacola® o me llevo el datáfono, tú misma!- gritaba el desequilibrado en la hamburguesería.
- Gilipollas, voy a llamar a la policía...
- Que me da igual, dame una Cocacola® o me lo llevo... ¡¡digo yo que costará más el datáfono que la Cocacola®, ¿no? ¡Dame mi p**a Cocacola® que la he pagado yo!
Y yo ahí sentada esperando mis patatas mientras el psicópata del datáfono enarbolaba sobre mi cabeza el maquiavélico instrumento y el Sr. Calamar me enviaba mensajes en morse desde el otro lado del local: A-p-a-r-t-a-t-e d-e a-h-í s-h-o-s-h-o-n-a q-u-e e-s-e t-í-o e-s-t-á L-O-C-O
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