martes, 23 de febrero de 2016

Tatuaje


Ella no quería en realidad el tatuaje. No necesitaba la tinta, la historia, el símbolo.

Ella quería la sinceridad del tatuador: Te dolerá. Tardaremos una hora. Te picará. No lo expongas al sol. Que no entre en contacto con el sudor, ni el cloro. Tarda dos semanas en cicatrizar. Fin.

Ella quería la certeza de un dolor con caducidad. Un dolor de aquí y ahora. Que se rinde y desparece y deja sólo una cicatriz bonita, de adorno. Un dibujo que te recuerda: te hice daño, sí, pero luego te dejé libre.

Ella quería un dolor de mentira, superable. Un principio y un final con el que plantarle cara a todas las traiciones de la vida.


*/IMAGEN vía Tattoosmob

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