sábado, 12 de octubre de 2013

¿Cómo te llamas?

Todo está oscuro y todo duele. No conozco este sitio, pero no me gusta.

...duele, duele, duele, duele, duele, duele...

Debo estar tumbada, pero no sé dónde está mi cuerpo.

Nadie debería despertarse en mitad de la noche sin saber qué hacer con tanto dolor. Han plantado mi cabeza sobre una almohada, pero no veo ni rastro del resto de mi cuerpo; así que intento girar la cabeza y buscarlo, porque mi cuerpo debe estar en alguna parte, debe estar acurrucado entre esa nube de dolor que flota sobre la cama. Mi cabeza no se mueve, pero hay más dolor. Un dolor agudo y aterrador.

A los pies de mi cama, una silueta se recorta sobre una luz blanca. Y recuerdo. Recuerdo que ya ha ocurrido todo y ésta debe ser la hora de la verdad. La hora de los valientes...y los valientes están solos.

Pienso en mis manos. Las manos son lo primero. Había que salvar las manos. Las manos son mis imprescindibles. Intento levantarlas y algo se agita bajo la sábana. Pero no hay nada. No siento nada. Mis brazos, son brazos fantasma que se mueven en algún sitio y ya no me pertenecen.

Intento mover las piernas y dos bultos torpes y pesados revuelven la tela blanca. Mis piernas se mueven. Lo sé, porque las estoy viendo, pero no las siento. Mi cabeza da vueltas a mil por hora pero mi cuerpo sigue dormido en no sé qué extraño y doliente limbo.

Y lloro. Lloro porque estoy asustada y triste y dolorida y sola. Lloro porque no puedo hacer ninguna otra cosa por mi misma.

Digo "¿hola?" a la silueta que está frente al monitor. Digo "¿hola?", porque no sé qué más se puede decir en esta situación. La silueta del monitor no responde. Así que mi llanto se hace más fuerte. De repente encuentro tantos motivos para llorar, que ya no puedo parar, aunque llorar también sea doloroso y agotador.

La figura del monitor se acerca. Vuelvo a decir "hola" entre sollozos.

- A ver, ¿qué te pasa?

Mi lista de motivos para llorar se ha hecho tan grande que no sé ni qué responder. Pero duele. DUELE. Así que eso es lo que digo:

- Me duele.

La figura rodea mi cama y se coloca al otro lado. Hay un gotero, hay maquinas, hay tubos que entran y salen de mi cuerpo y ni siquiera había reparado en ellos.

- Pues ya te hemos puesto toda la morfina que te podíamos poner...

- Pero me duele...

Y todo se empaña más y más. Sé que continuo llorando y que el dolor no cesa y que la silueta me habla con su tono severo y distante o me desprecia o me ignora indistintamente....

- Ya eres mayorcita para andar llorando tanto -me dice-. Para ponerte algo más tendríamos que entubarte de nuevo, ¿eso quieres? ¿quieres que llame a los médicos y que te vuelvan a sedar? No paras de molestar a tus compañeros. En esta habitación hay otras personas y tú no las dejas descansar. Igual si te calmaras dejaría de dolerte...

Entre las sombras intento clavar mi mirada en lo que debe ser su cara:

- ¿Cómo te llamas? -pregunto ahogando los sollozos-.

A pesar de la oscuridad, percibo cómo se relaja inmediatamente. El tono de su voz cambia:

- Me llamo N. -me dice alegre, como si de repente fuésemos amigas.

Pero yo soy un animal herido, así que la miro directamente desde el fondo del dolor y el miedo; y ya no sé si es rabia, tristeza o asco lo que tiembla en mi voz cuando le escupo:

- Ojalá nunca te sientas como yo ahora mismo.

El gesto de N. se vuelve rígido, me da la espalda y se aleja de la cama y sé que ha entendido el verdadero mensaje:

Ojalá algún día te caiga todo el dolor del mundo sobre tu vida ajena y despreocupada. Ojalá en mitad de la noche, cuando estés sola y asustada, te nieguen el consuelo y la palabra amable. Ojalá, grandísima zorra, ese día te acuerdes bien de mi y te arrepientas. 

2 comentarios:

muu-zein dijo...

Desgraciadamente somos muchos quienes no aprendemos, u olvidamos con extrema facilidad, que la compasión, aliviar el sufrimiento inutil y acompañar en el imprescindible, es la clave del cuidado.
A cada cerdo le llega su San Martin dice el refrán. Pero tambien nos enseñó magistralemnte aquella mujer negra violada y apuñalada, embarazada por la violación,el camino de la compasión cuando decidió continuar adelante con el embarazo: no voy a hacer con esta vida que llevo dentro lo que hicieron conmigo. Dijo e hizo. Tuvo compasión y valentia.
Cuesta romper la cadena del odio, pero nos libera.
N perdió una oportunidad única de facilitar la vida. Es cierto que no sabemos cuales eran sus circunstancias. Nos ayudará a entender mejor una conducta inexcusable.
Ojala aprenda.
Ojala pudiera evitarse para siempre una experiencia de este tipo.
Pero es ingenuo imaginarlo.
Todos los humanos vivimos en el limite de la compasiñón y la crueldad. Ojala podamos ser lo bastante conscientes para cuidar bien donde ponemos nuestro pie en cada paso.

evita dijo...

Sabes que no hay nada absolutamente que pueda decir para poder ayudarte, intento comprenderte, pero creo que es algo que solo tú conocerás por mucho o muy bien que lo describas. Decirte que mi deseo era estar contigo, que despertarás y la sombra que pudieras disipar fuera la de tu amiga o tu familia a tu alrededor, sufriendo y llorando tu dolor, apretandote la mano y haciendote entender que la sabana la movemos las dos juntas. Te quiero, te quiero mucho, y nunca estas sola, siempre estamos nosotros, contando lo segundos para estar a tu lado.