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Y cuando ni siquiera ella misma lo esperaba llegó el momento en el que no tenía nada importante que hacer. Algo parecido a las tardes de domingo o a unas vacaciones sin el puto Wifi trayéndola de vuelta a la realidad y sus compromisos. Se dejó crecer la pereza sin remilgos, como si el paso del tiempo ya no fuera asunto suyo; y en mitad de la tarde, con el sol aún tostándole la punta de la nariz, salió a la calle y empezó a caminar como una bailarina loca.
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