Fui sacando tus emblemas de mi vida, poco a poco. Las despedidas forzosas son lentas y ácidas. Guardé los libros que un día leímos juntos. Una mañana me desperté sin ganas de ti y aparté tu atrapa sueños. Regalé la ropa y las cartas que aún guardaban tu olor, tu letra graciosa y grotesca.
Me fui deshaciendo de todo a destiempo.
He dejado, muy a tu pesar, un par de fotos. Aunque ya no te interese, tus ojos aún me están siguiendo por la habitación.
Un par de fotos. Dos gotas de sal que todos los días se vuelcan sobre mis heridas.
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