Tú decías tener un maléfico plan para vencerme. Y yo sonreía. Te dejaba creer que sería sencillo. Porque tú, más que nadie, ignorabas mis sombras. Desconocías la profundidad de mi cuerpo y era divertido ver tu esfuerzo. La tenacidad ingenua con la que chocabas contra mis muros. Voy a vencerte, insistías, tengo un plan. Y yo sonreía. Como si aún fuera buena y mereciera la pena que derrocharas ese último truco. Como si hacer planes conmigo, especialmente los maléficos, fueran garantía de alguna victoria posible.
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