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Encendió el último cigarro y la miró otra vez como aquel día, el primero:
- Nos vamos a hacer daño, ¿verdad?
Ella sonrió sin un ápice de duda en sus ojos. Tomó un puñado de arena y lo apretó fuerte en su mano izquierda.
- Mucho.
Dejó correr la arena entre su dedos, hundió su mirada turbia en el mar unos minutos, en silencio. Por fin volvió a hablar:
- Casi puedo saborearlo ya...
- ¿El qué?
- Tu corazón hecho papilla y mi saliva hirviendo.
- Nos vamos a hacer daño, ¿verdad?
Ella sonrió sin un ápice de duda en sus ojos. Tomó un puñado de arena y lo apretó fuerte en su mano izquierda.
- Mucho.
Dejó correr la arena entre su dedos, hundió su mirada turbia en el mar unos minutos, en silencio. Por fin volvió a hablar:
- Casi puedo saborearlo ya...
- ¿El qué?
- Tu corazón hecho papilla y mi saliva hirviendo.
1 comentario:
Ains. A veces me dejas sin palabras...
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