No conocía otra manera de afrontar las cosas: sólo sabía seguir hacia delante.
Daba igual las veces que se derrumbara, los problemas que salieran en su busca. Ella sólo continuaba andando.
A veces miraba a un lado y otro para asegurarse de que nadie la observaba. Sólo entonces se detenía y se palpaba las viejas cicatrices. Comprobaba los nudos de sus cordones, los cierres de su armadura. Volvía a mirar alrededor; y si seguía sola se permitía el lujo de alguna lágrima, un reproche, una duda pasajera. Sólo en la oscuridad se permitía ser frágil.
Después apartaba el miedo con las manos, como si se tratara de una mosca al acecho y continuaba paseando por el mundo.
No era más fuerte, ni más tenaz. Simplemente no conocía otra manera de hacer las cosas, porque para ella la vida, era un camino con sentido obligatorio.
Daba igual las veces que se derrumbara, los problemas que salieran en su busca. Ella sólo continuaba andando.
A veces miraba a un lado y otro para asegurarse de que nadie la observaba. Sólo entonces se detenía y se palpaba las viejas cicatrices. Comprobaba los nudos de sus cordones, los cierres de su armadura. Volvía a mirar alrededor; y si seguía sola se permitía el lujo de alguna lágrima, un reproche, una duda pasajera. Sólo en la oscuridad se permitía ser frágil.
Después apartaba el miedo con las manos, como si se tratara de una mosca al acecho y continuaba paseando por el mundo.
No era más fuerte, ni más tenaz. Simplemente no conocía otra manera de hacer las cosas, porque para ella la vida, era un camino con sentido obligatorio.
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