El problema eran sus ojos.
Esos ojos intensos y escrutadores que parecían fotografiarlo todo; que se te clavaban en la nuca y no te dejaban vivir en paz. Sus malditos ojos incapaces de mantenerse inexpresivos y ojerosos, sobrevolando la habitación y saltando de la burla a la amenaza en un sólo parpadeo.
Esa mirada y el silencio como único consuelo para la incertidumbre. Esa mirada dura e infantil, añadiendo más dudas a las dudas.
El problema eran esos ojos, grandes y vivos, que la hacían parecer más inteligente y segura de lo que se sentía en realidad; despertando en los demás la certeza de que escondía algo importante que revelar al mundo... a pesar de que ella no veía nada.
Esos ojos intensos y escrutadores que parecían fotografiarlo todo; que se te clavaban en la nuca y no te dejaban vivir en paz. Sus malditos ojos incapaces de mantenerse inexpresivos y ojerosos, sobrevolando la habitación y saltando de la burla a la amenaza en un sólo parpadeo.
Esa mirada y el silencio como único consuelo para la incertidumbre. Esa mirada dura e infantil, añadiendo más dudas a las dudas.
El problema eran esos ojos, grandes y vivos, que la hacían parecer más inteligente y segura de lo que se sentía en realidad; despertando en los demás la certeza de que escondía algo importante que revelar al mundo... a pesar de que ella no veía nada.
1 comentario:
Las apariencias a veces engañan. Es como el que lleva el peso de que todo el mundo crea que es una persona muy fuerte cuando luego, a solas, es todo lo contrario.
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