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Hay días que no. Simplemente.
Puedes levantarte con los mejores propósitos, alegre, voluntarioso, optimista, dispuesto a comerte el mundo... Y sin embargo no.
Sin explicación. Sencillamente hay una conjura de desatinos a tu alrededor y el día se vuelve decadente y la jornada te escupe a la cara todos tus planes, uno por uno, como si fueran huesos de aceitunas bien relamidos.
Y ya sólo te queda aguantar el temporal sin que se derramen los charcos de los párpados o inventarte una fórmula secreta que de sentido al desbarajuste.
Puedes levantarte con los mejores propósitos, alegre, voluntarioso, optimista, dispuesto a comerte el mundo... Y sin embargo no.
Sin explicación. Sencillamente hay una conjura de desatinos a tu alrededor y el día se vuelve decadente y la jornada te escupe a la cara todos tus planes, uno por uno, como si fueran huesos de aceitunas bien relamidos.
Y ya sólo te queda aguantar el temporal sin que se derramen los charcos de los párpados o inventarte una fórmula secreta que de sentido al desbarajuste.
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