Ha pasado el tiempo en que podíamos mirarnos y creer que el futuro era un pretil inocuo.
Un puñado de tabúes cruzó la habitación y todos callaron, pero sólo yo bajé la cabeza a tiempo de esquivar el proyectil.
Las malas intenciones siempre llevan mi nombre y tú sigues sin leer entre líneas, aunque me pase el día llamándote a fogonazos.
Voy a salir corriendo de un momento a otro, mientras no haces nada por detenerme y yo sólo deseo convertirme en piedra.
Nos derrotamos sin palabras, tan pronto como descubrimos que querer, podía ser más peligroso que no querer en absoluto.
miércoles, 27 de octubre de 2010
Confesión (XVII)
Resumiendo:
franquezas,
no comment
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