Están los recuerdos. Pasean de un sitio a otro con tu presencia, o mejor dicho, con tu apariencia. A veces son molestos, insisten en lucirte en cualquier ocasión. Los recuerdos, esa especie de trofeo que nos presta la vida.
Pero no significan nada, en el fondo, son un puñado de imágenes insolentes. Puedo borrarlos de un plumazo. Un golpe, un poco de ron, un par de poemas que te apartarán de mi.
Y entonces dime, ¿qué hago después con este sentimiento?, ¿dónde guardo la desolación y el aprendizaje que saqué de todos tus engaños?, ¿cómo se pasa esta traición?
Pero no significan nada, en el fondo, son un puñado de imágenes insolentes. Puedo borrarlos de un plumazo. Un golpe, un poco de ron, un par de poemas que te apartarán de mi.
Y entonces dime, ¿qué hago después con este sentimiento?, ¿dónde guardo la desolación y el aprendizaje que saqué de todos tus engaños?, ¿cómo se pasa esta traición?
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